Odiar es algo que hago bastante. Antes lo buscaba, es divertido odiar algo en común, es de lo que más une a un grupo de personas, aunque no es una unión muy real. Odiar a solas también puede ser divertido, pero es mucho más doloroso. Creo que junto al amor, el odio es la emoción más física que existe. Cuando odias de verdad, lo sientes dentro de tí, la presión de como si hubiese algo real, como un pequeño objeto, que se hace más grande y más pequeño, que se mueve y reacciona.
Si odias en común es fácil gestionar esa bolita que te ha crecido dentro, al hablarlo es como que dejas que te escape por la boca, igual no se va toda, pero suele ser suficiente como para aliviar la presión. Aunque no puedes soltarla sin más, esa bolita tiene que ir a algún sitio, tienes que pasársela a alguien. Ese intercambio de una forma o de otra, ya sea por puro despecho o por sentir la comprensión de otro, siempre es placentero. Odiar a solas es mucho más difícil. La bolita no puede ir a ningún sitio, se te queda dentro. Algunas veces se te queda dentro más tiempo del que querrías y la bola se queda como agua estancada, empieza a oler mar, a molestarte, incomodarte y a hacerte daño. No tiene por qué ser así, en el mejor de los casos con el tiempo la bolita se irá enterrando dentro de ti, irá muriendo poco a poco. Y como muerta que es, acabarás teniendo su recuerdo, pero nada más. Aunque otras veces no es algo que puedas controlar, muchas veces la bola estancada empieza a sedimentarse. Su cuerpo podrido es enterrado, aún moribundo, demandando que de vez en cuando abras el sepulcro para que excaves llenándote las uñas de tierra hasta sacar lo que quede de ahí. Sólo para echar un vistazo. Sólo porque has visto un nombre en el cartel de un local que te recuerda vagamente al suyo. Eso desentierra la bola. Y la tierra tardará mucho en volver a cubrirla, probablemente no para siempre.
Cuando me refiero a odiar de verdad, me refiero a odiar a alguien. A una persona. Puedes odiar a una empresa, al cabecilla del partido fascista de tu país o al CEO de la multinacional que controla el mundo, pero para mí no está cerca de lo que yo considero odiar de verdad. Un odio personal, un pensar "podría matar a esta persona", a alguien que conoces, alguien que te haya hecho algo o que ni siquiera te haya hecho nada a ti. Hay algo que da mucho miedo y me genera un profundo respeto ahí. Aunque creo en la parte involuntaria del odio, también creo que hay una parte muy activa en ello. Puedes sentirte incómodo con una persona, puede caerte mal, pero para odiar a alguien tienes que, aunque muy en el fondo, querer odiarle. El odio puro requiere demasiado esfuerzo, demasiada fuerza de voluntad como para hacerlo sin querer. Puede ser vergonzoso admitirlo, pero el odio más puro y verdadero es en el fondo deseado por uno mismo.
Yo he odiado y odio mucho, quizás más de lo que me gustaría, y se me da bastante mal. No se si se puede ser mejor en odiar, si puedes odiar más eficazmente que otras personas, se me pone un poco de mal cuerpo al pensar en la productividad del odio así, pero tengo muy claro que a mí se me da muy mal. Siempre me acaba comiendo, la bolita siempre es demasiado grande y siempre acaba siendo desenterrada. Me avergüenza pensar en lo que he dicho de la parte activa del odio, que en el fondo lo busco, pero me avergüenza aún más saber que no es tan al fondo, que de una forma morbosa y cruel, aunque saque más cosas malas que buenas, disfruto y me gusta odiar. Que siempre que se desentierra la bola no es la bola quién mágicamente me llama y yo la escucho siendo víctima de sus encantos, sino que la desentierro yo sólo, sin que nadie me lo pida, sin ninguna excusa que pueda quitarme la culpa. Me avergüenza, pero tampoco es algo que quiera cambiar. Sigo pensando que odiar está dentro de la condición humana, que hay algo malo dentro de cada uno de nosotros y que tiene que salir por algún lado. No sé, ni quiero saber lo que ocurre cuando eso se queda dentro de cada uno, desperdigado y a sus anchas, cuando esa energía no se focaliza en algo externo.
Odiar no es sano, pero tampoco es mucho mejor no hacerlo. No es algo bonito ni agradable. No es algo de lo que sentirse orgulloso. Pero tampoco es algo de lo que se pueda huir. Al menos yo no puedo.